miércoles, 27 de junio de 2012

Selva de asfalto.

Y en ésta selva de asfalto llamada ciudad, en donde éstos animales llamados humanos, se disputan el trono para el poder, para gobernar severenda barbarie que ahoga a sus habitantes con sangre, la derramada por sus habitantes animales.

Mientras que unos se matan por poder, otros sencillamente mueren en las garras de los animales de ésta selva, que le arrancan la vida a sus transeúntes con un arma. Que las prostitutas transitan desveladas las praderas, intentando cazar la mejor presa, que las fieras las devoran...
 
Mientras unos mueren de hambre, y otros que aun descansan sus almas por éstas calles, vagando, así como lo hacían antes, antes de dejar sus cuerpos pordioseros y ennegrecidos de tanto arrastrase en el suelo de ésta selva de asfalto. Mientras niños ennegrecen sus almas, se vuelven depredadores, carnívoros; conocen más de la llamada muerte que un forense, saben más de drogas que un narcotraficante, y hasta han vivido mucho más que un anciano aun a su corta edad; pasan de un día para otro de ser niños a ser hombres.
 
Y si, mientras calamidades y tragedias hacen de las suyas en ésta selva, muchos despreocupados, a quienes no les importa, ignoran tanta sangre que colorea nuestras prendas, tanta maldad que adornan nuestras cabezas; ellos luchan por poder, nosotros peleamos por sobrevivir a tanto salvajismo, a tanta mierda que nos rodea. 

Bienvenido a mi selva de asfalto, en donde el indigente muere de hambre, donde la prostituta se vende, donde la oscuridad está latente; cada esquina es sinónimo de muerte, donde la única niebla que se forma es del humo de los porros de los adictos a lo irreal, de esos que desean escapar de tanta podredumbre, donde los niños son hombres que nunca tuvieron infancia, y donde las niñas venden su cuerpo para sobrevivir, donde por las noches la única luz es la de la luna; éste es mi hogar, aquí intento sobrevivir, aquí peleamos por un poco de justicia, aquí sufrimos por los desechos de los ricos, donde morimos de hambre y de sed, donde no existe el amor, ni la piedad, ésta es mi selva, de animales salvajes que sólo devoran carne, mi selva de asfalto, así la llamamos.



Miguel Aular.