miércoles, 26 de junio de 2013

Lunares.


Porque son mucho mejores que las pecas, mucho más visibles, mucho más besables. Te hacen atractivo, te hacen deseable.
Si son en la espalda mejor, juego con ellas, imagino un universo entre ellas.
Puedo unirlas creando triángulos, puedo humedecerlas con la punta de mi lengua.
Lo mejor de todo es encontrarte una nueva cada día y besarla.
Hacerle alución a su nombre; creer que son lunas en el universo de tu espalda.
El planeta eres tú y se esconden por las mañanas, pero por las noches brillan como estrellas en el universo de tu blanca espalda, pálida.
Y si juego a besarlas me llevan a unas dos grandes montañas, perfectamente redondeadas, erguidas, mucho más blancas, mucho más pálidas; acariciarlas, besarlas, mojarlas, apretarlas y... Recordar que no debo dejar ni un lunar sin besar y empezar a palpar con mis labios esos pocos que se encuentran... si, en tus hermosas nalgas; y sin darnos cuenta una cosa nos llevó a la otra, terminé bañándolas de mí, y eso te encanta. 

PD: Espero poder esperar hasta mañana para poder besarlas una vez más, hasta que el deseo nos lleve a otro verbo distinto a besar, si es que no han decidido esconderse una vez más de mi.



Miguel Aular.