Y otra vez más nos encontrábamos sólo tú y yo. Como si el destino nos quisiera siempre juntos, y un breve cosquilleo por todo el cuerpo corrió; era el anuncio de la llegada del deseo, casi un deseo lujurioso, pero nos supimos controlar, pues, ya estábamos entrenados para esos momentos en el que no podemos satisfacer nada más que el hambre de comernos nuestros labios y llamar a esto sanamente ''besos'', en vez de canibalismo. Y luego suspiramos, intentando recobrar el aliento o quizás nuestra alma que en un pequeño descuido dejamos escapar. Comenzamos otra vez; desde cero, desde apenas uno pequeños roces de labios hasta llegar a los más apasionados besos que jamás nos hayamos dado, nuestras lenguas se abrazaron. Se volvieron una sola. Nuestros cuerpos también querían volverse uno solo. Nuestras manos traviesas empezaron a recorrer cada centímetro de nuestra piel, increíblemente en ningún momento perdimos la conexión, nuestros labios seguían besándose, comiéndose mutuamente, y de vez en cuando una leve mordida.