Como siempre (desde que nos conocemos), todo ha empezado con un rápido intercambio de miradas, porque en nuestra consciencia está esa voz que nos grita que alguien nos observa; aunque la verdad, nunca nadie se ha dado cuenta: que además de vernos justo y fijamente a nuestros ojos, mucho más allá de nuestras almas, nos desvestimos en la sala y nos amamos en la cama.